El fin del viaje terrenal de nuestro estimado colega Héctor Gerardo Riveros Rotgé llegó a su fin el pasado martes 29 de octubre de 2024. La temible parca Cloto lo visitó en su casa de Coyoacán, con sus tétricas tijeras de la muerte para cortar el hilo de su vida, siendo su defunción, tranquila y apacible, rodeado por su familia.
Así fue la discreta partida de uno de los más reconocidos físicos de la UNAM que incursionó en la enseñanza y la divulgación de la física, por más de 50 años. Su voz fue molesta a la Secretaría de Educación Pública al criticar los libros de texto con garrafales errores conceptuales. También, durante la pandemia del COVID-19, fue uno de los pocos científicos que alzaron sus voces y mostraron datos estadísticos desmintiendo la versión oficial del gobierno. Asimismo, tuvo el valor de denunciar los fraudes de las autoridades gubernamentales de la Ciudad de México en materia de contaminación ambiental y la verificación vehicular.
El último evento sobre Enseñanza de la Física en México en donde coincidimos, fue el XXVI Taller Internacional sobre Nuevas Tendencias en la Enseñanza de la Física, realizado en Puebla, Pue., del 24 al 27 de mayo de 2018.
Cuatro años después, tuve el honor de visitarlo en su casa para entregarle la medalla al mérito académico de la AAPT-MX, después la interacción solo fue a través de las redes sociales.
Después de enterarnos del fallecimiento de Héctor a través de Leda Roldán de Costa Rica, pues hacía meses que Héctor ya no participaba en el Consejo Inter Americano de Educación en Física (CIAEF), contactó sl hijo de Héctor y nos enteramos de su partida. Posteriormente, una de mis más destacadas alumnas del doctorado, Carmen del Pilar Suárez Rodríguez escribió en La Nación la siguiente nota informativa, que transcribo literalmente...
“La humanidad es ciega ante el conocimiento, sorda ante la verdad y egoísta en su olvido. Usa a las personas a su beneficio y los abandona cuando ya no los necesita. Sin embargo, la grandeza de algunos seres humanos trasciende el tiempo y permanece para siempre, iluminando el camino de muchos aún en la indiferencia.»
Por: Dra. Carmen del Pilar Suarez Rodriguez
Hoy nos embarga una profunda tristeza al recibir la noticia del fallecimiento del Dr. Héctor G. Riveros Rotgé, un académico excepcional cuya trayectoria y aportaciones marcaron un antes y un después en la física en México. Su partida nos deja un vacío difícil de llenar, pero su legado perdurará en la memoria de aquellos que tuvimos el privilegio de conocerlo y aprender de su trabajo.
El Dr. Riveros Rotgé nació en la Ciudad de México el 16 de octubre de 1940. Realizó estudios de licenciatura, maestría y doctorado en Física en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Desde 1963, se incorporó como investigador al Instituto de Física y como profesor en la Facultad de Ciencias de la UNAM, dedicando más de cinco décadas a la formación de nuevas generaciones de científicos.
Sus áreas de trabajo incluyeron el crecimiento de cristales, la contaminación atmosférica, las aplicaciones de la energía solar, así como la enseñanza y divulgación de la ciencia. Publicó numerosos artículos científicos y libros, colaboró con investigadores de renombre y fue mentor de muchos estudiantes que hoy continúan su legado en distintas áreas de la ciencia. Su compromiso con la educación se reflejó en su participación en programas como «Domingos en la Ciencia» y «Jóvenes Hacia la Investigación», además de ser miembro del Comité Internacional de Conferencias Interamericanas de la Enseñanza de la Física.
A lo largo de su carrera, el Dr. Riveros Rotgé ocupó diversos cargos académicos y administrativos, incluyendo la jefatura de los departamentos de Metalurgia, Materia Condensada y Energía del Instituto de Física, así como la secretaría académica del Centro de Instrumentos y del propio Instituto de Física. Además, coordinó la licenciatura en Física en la Facultad de Ciencias y fue organizador de múltiples simposios nacionales e internacionales en el área de Estado Sólido.
Su labor en la divulgación científica fue notable, con cerca de 200 conferencias impartidas y alrededor de 100 entrevistas en medios masivos de comunicación. Escribió la sección «Placeres del Pensamiento» del Boletín de la Sociedad Mexicana de Física y participó activamente en la formación de profesores a través de cursos cortos y talleres, tanto a nivel nacional como internacional.
El Dr. Riveros Rotgé recibió numerosas distinciones a lo largo de su carrera, entre las que destacan su nombramiento como miembro honorario del Comité Organizador del Congreso Internacional de Enseñanza de la Física en 1987, su inclusión en el Sistema Nacional de Investigadores desde 1984 y el Premio Universidad Nacional en el área de Docencia en Ciencias Exactas en el año 2000. Y la medalla al mèrito por la Asociación Americana de Profesores de Física (AAPT-MX) Sección México.
Su rigurosidad intelectual y su pasión por el conocimiento lo convirtieron en una figura clave en su campo. No obstante, como ocurre con muchos grandes pensadores, su labor no siempre fue reconocida como merecía. Es triste ver cómo su partida pasa desapercibida en un país que tanto necesita valorar a sus científicos.
En nuestra sociedad, las mentes creativas, los innovadores y los académicos que dedican su vida a expandir los límites del conocimiento a menudo quedan en la sombra. Nos enfrentamos a una realidad donde los logros intelectuales rara vez reciben la atención y el reconocimiento que merecen. Mientras que otras figuras públicas acaparan reflectores, quienes construyen el futuro a través de la ciencia y la educación son relegados al olvido. Es un llamado de atención para todos: debemos aprender a valorar, en vida, a aquellos que con su trabajo transforman el mundo.
Para mí, el Dr. Riveros Rotgé fue más que un referente académico; fue una fuente de inspiración. A inicios de los años 90, cuando inicié mi carrera docente, sus enseñanzas y su enfoque riguroso me motivaron a mejorar cada día, a exigir más de mí mismo y a buscar siempre el conocimiento con pasión. Su ejemplo me llevó a comprometerme aún más con la educación y la divulgación científica, recordándome que la enseñanza es una labor que trasciende el aula y se convierte en un legado para futuras generaciones.
Más allá de sus publicaciones y sus contribuciones al saber, el Dr. Riveros Rotgé fue un ejemplo de dedicación, entrega y amor por la ciencia. Su compromiso con la educación y la generación de nuevo conocimiento debe servirnos de inspiración para continuar su camino, honrando su memoria a través del esfuerzo y la difusión de su legado.
Desde aquí, queremos expresar nuestro más profundo respeto y reconocimiento a su trayectoria, así como nuestras condolencias a su familia, colegas y estudiantes. Que su obra siga viva en cada uno de los que tuvimos el honor de compartir su conocimiento.
La noticia del fallecimiento del Dr. Riveros Rotgé en octubre pasado, y el hecho de que su partida haya pasado prácticamente desapercibida, me lleva a una profunda reflexión. Como humanidad, no estamos bien. Vivimos en una sociedad que se enorgullece de sus avances, pero que al mismo tiempo ignora a quienes los hacen posibles. Los académicos, científicos y pensadores que dedican su vida al conocimiento son valorados solo mientras son útiles, y cuando su voz se apaga, el silencio que los rodea es ensordecedor. Es doloroso ver cómo alguien que aportó tanto puede partir sin el reconocimiento merecido, como si su legado se diluyera en la indiferencia colectiva.
Descansa en paz, Dr. Riveros Rotgé. Su luz seguirá iluminando el sendero del conocimiento.
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